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El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2021

Según el último Informe SOFI sobre transformación de los sistemas alimentarios en aras de la seguridad alimentaria, una mejor nutrición y dietas asequibles y saludables para todos, elaborado por cinco agencias de Naciones Unida, cerca del 12% de la población mundial se vio afectada por inseguridad alimentaria grave en 2020, lo que equivale a 928 millones, es decir, 148 millones de personas más que en 2019.

En los últimos años, varios factores principales han desviado al mundo de la senda que lleva a poner fin al hambre y la malnutrición mundiales en todas sus formas para 2030. Las dificultades han aumentado a raíz de la pandemia de la COVID-19 y de las medidas para contenerla.

En este informe se presenta la primera evaluación mundial de la inseguridad alimentaria y la malnutrición para 2020 y se ofrecen algunas indicaciones sobre la posible magnitud del hambre para 2030 teniendo en cuenta las complicaciones derivadas de los efectos duraderos de la pandemia de la COVID-19. También se presentan nuevas estimaciones del costo y la asequibilidad de las dietas saludables, que proporcionan un vínculo importante entre los indicadores de la seguridad alimentaria y la nutrición y el análisis de sus tendencias.

En conjunto, en el informe se pone de relieve la necesidad de una reflexión más detenida sobre la mejor manera de hacer frente a la situación mundial de la seguridad alimentaria y la nutrición.

Mensajes principales:

Ya mucho antes de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID‑19), no se estaba en camino de cumplir el compromiso de poner fin al hambre y la malnutrición mundiales en todas sus formas para 2030. Y ahora, la pandemia ha complicado considerablemente este objetivo.

Después de cinco años sin apenas variaciones, la prevalencia de la subalimentación sumó 1,5 puntos porcentuales en 2020 hasta situarse en cerca del 9,9%, lo que dificulta el reto de cumplir la meta del hambre cero para 2030.

En 2020 padecieron hambre en todo el mundo de 720 a 811 millones de personas. Si se toma el punto medio del rango estimado (768 millones), en 2020 sufrieron hambre unos 118 millones de personas más que en 2019.

En comparación con 2019, en 2020 padecieron hambre unos 46 millones de personas más en África, 57 millones más en Asia y unos 14 millones más en América Latina y el Caribe.

Unos 660 millones de personas podrían seguir padeciendo hambre en 2030, en parte a resultas de los efectos duraderos de la pandemia de la COVID‑19 en la seguridad alimentaria mundial, 30 millones más que si no hubiera tenido lugar la pandemia.

Aunque la prevalencia mundial de la inseguridad alimentaria moderada o grave lleva creciendo lentamente desde 2014, el aumento estimado en 2020 equivalió a la suma de los cinco años anteriores. En 2020, casi una de cada tres personas en el mundo (2 370 millones) careció de acceso a alimentos adecuados, lo que supone un aumento de casi 320 millones de personas en solo un año.

Cerca del 12% de la población mundial se vio afectada por inseguridad alimentaria grave en 2020, lo que equivale a 928 millones, es decir, 148 millones de personas más que en 2019.

A escala mundial, la brecha de género en la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave se ha ampliado aún más en el año de la pandemia de la COVID‑19.

La persistencia de los altos niveles de desigualdad de ingresos, sumada al elevado costo de las dietas saludables, hizo que en 2019 estas fueran inasequibles para cerca de 3 000 millones de personas en todas las regiones del mundo, en especial para la población pobre.

A escala mundial, la malnutrición en todas sus formas sigue constituyendo un desafío. Aunque todavía no es posible determinar por completo la repercusión de la pandemia de la COVID‑19 en 2020, se estima que el 22% (149,2 millones) de niños menores de cinco años sufrió retraso del crecimiento, el 6,7% (45,4 millones) sufrió emaciación y el 5,7% (38,9 millones) tuvo sobrepeso. Se prevé que las cifras reales sean más altas a causa de los efectos de la pandemia.

En África y Asia viven más de nueve de cada 10 niños con retraso del crecimiento, más de nueve de cada 10 niños con emaciación y más de siete de cada 10 niños con sobrepeso.

A escala mundial, se estima que el 29,9% de las mujeres de 15 a 49 años padecía anemia en 2019, que actualmente se determina mediante el indicador 2.2.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Aun así, los datos muestran diferencias regionales importantes. Más del 30% de las mujeres de África y Asia padecían anemia, frente al 14,6% de las mujeres de América septentrional y Europa. La obesidad en adultos ha aumentado considerablemente en todas las regiones.

En general, el mundo no va camino de cumplir las metas mundiales de ninguno de los indicadores en materia de nutrición para 2030. El ritmo al que se avanza en la actualidad con respecto al retraso del crecimiento infantil, la lactancia materna exclusiva y el bajo peso al nacer es insuficiente. En cuanto a los avances en materia de sobrepeso y emaciación infantiles, anemia en mujeres en edad reproductiva y obesidad en adultos, han quedado paralizados o la situación está empeorando.

Es probable que la pandemia de la COVID‑19 haya repercutido en la prevalencia de múltiples formas de malnutrición y es posible que sus efectos persistan después de 2020. A ello se sumarán los efectos intergeneracionales de la malnutrición y los consiguientes efectos en la productividad.

Los conflictos, la variabilidad y las condiciones extremas del clima, así como las desaceleraciones y los debilitamientos de la economía (agravados por la pandemia de COVID‑19) son importantes factores causantes de inseguridad alimentaria y malnutrición. Su frecuencia y su intensidad sigue aumentando y se presentan juntos con mayor frecuencia.

La inversión de la tendencia en la prevalencia de la subalimentación en 2014 y su aumento constante se atribuyen, en gran medida, a países afectados por conflictos, por condiciones climáticas extremas y por debilitamientos de la economía, así como a países con una desigualdad de ingresos elevada.

De 2017 a 2019, la prevalencia de la subalimentación aumentó un 4% en los países afectados por uno o más de los principales factores anteriores y disminuyó un 3% en los países que no los sufrieron. El alto nivel de desigualdad aumentó el efecto negativo de dichos factores, sobre todo en los países de ingresos medios.

Durante el mismo período, los países afectados por múltiples factores causantes presentaron los mayores aumentos en la prevalencia de la subalimentación, a razón de 12 veces más que los países afectados por un único factor.

Los factores causantes externos a los sistemas alimentarios y los internos están haciendo que se eleve el costo de los alimentos nutritivos. Esto, combinado con los ingresos bajos, está contribuyendo a la inasequibilidad de las dietas saludables, en particular en los países afectados por múltiples factores causantes.

En 2020, casi todos los países de ingresos medios y bajos fueron afectados por debilitamientos de la economía derivados de la pandemia. Cuando también se registraron desastres relacionados con el clima, conflictos o una combinación de ellos, el mayor aumento de la prevalencia de la subalimentación correspondió a África, seguida de Asia.

Puesto que estos factores causantes principales afectan negativamente a la seguridad alimentaria y la nutrición al dar lugar a múltiples efectos combinados en todos los sistemas alimentarios, es necesaria una perspectiva de los sistemas alimentarios a fin de comprender mejor sus interacciones y de encontrar puntos de acceso para las intervenciones dirigidas a abordar dichos factores.

Cuando los sistemas alimentarios se transforman y alcanzan una mayor resiliencia para abordar de forma específica los principales efectos causantes, pueden proporcionar dietas asequibles y saludables que son sostenibles e inclusivas. Además, pueden llegar a ser una potente fuerza impulsora para poner fin a todas las formas de hambre, inseguridad alimentaria y malnutrición, para todos.

En función del contexto, se dispone de seis vías que conducen a la transformación de los sistemas alimentarios. En primer lugar, la integración de las políticas humanitarias, de desarrollo y de consolidación de la paz en las zonas afectadas por conflictos. En segundo lugar, la ampliación de la resiliencia climática de los distintos sistemas alimentarios. En tercer lugar, el fortalecimiento de la resiliencia de la población más vulnerable ante las adversidades económicas. En cuarto lugar, la intervención en todas las cadenas de suministro de alimentos para reducir el costo de los alimentos nutritivos. En quinto lugar, la lucha contra la pobreza y las desigualdades estructurales, garantizando que las intervenciones favorezcan a la población pobre y sean inclusivas. Y por último, el fortalecimiento de los entornos alimentarios y la introducción de cambios en el comportamiento de los consumidores para promover hábitos alimentarios con efectos positivos en la salud humana y el medio ambiente.

En vista de que la mayoría de los sistemas alimentarios se ve afectada por más de un factor causante, pueden formularse simultáneamente carteras integrales de políticas, inversiones y leyes por vías diversas. De ese modo, se aprovecharán al máximo sus efectos combinados sobre la transformación de los sistemas alimentarios, explotando soluciones que beneficien a todos y mitigando las compensaciones no deseables.

La coherencia en la formulación y la aplicación de políticas e inversiones entre los sistemas alimentarios, sanitarios, ambientales y de protección social también es esencial para aprovechar las sinergias con miras a encontrar soluciones más eficientes y efectivas.

Se necesitan enfoques de sistemas para conformar carteras coherentes de políticas, inversiones y leyes, y facilitar soluciones que beneficien a todos, al tiempo que se gestionan las compensaciones, incluidos los enfoques territoriales, ecosistémicos y basados en los sistemas alimentarios de las poblaciones indígenas, así como las intervenciones que aborden de forma sistémica las condiciones de crisis prolongada.

Aunque 2020 fue un año de enormes dificultades en todo el mundo, también puede servir como advertencia de los sucesos indeseados que pueden ocurrir si no se adoptan medidas más decididas para cambiar de rumbo. Cada uno de los principales factores causantes presenta una trayectoria o carácter cíclico propio y seguirán existiendo.

Durante la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios 2021 de las Naciones Unidas se presentarán una serie de medidas concretas para propiciar una transformación de los sistemas alimentarios mundiales. Las seis vías de transformación indicadas en el presente informe son necesarias para aumentar la resiliencia a fin de abordar de forma concreta los efectos negativos de los principales factores que subyacen al reciente auge del hambre y la desaceleración de los progresos en la reducción de todas las formas de malnutrición.

Fuente: http://www.fao.org/3/cb5409es/cb5409es.pdf